
La parra, cuya altura llega a superar los dos metros, cargada de uva incipiente.
La parra, cuya altura llega a superar los dos metros, cargada de uva incipiente.
La parra más antigua de la que hay constancia documental en España sigue floreciendo, primavera tras primavera y desde hace al menos 251 años, en un recoleto patio ubicado en el casco histórico de la localidad onubense de Valverde del Camino. Se trata de la añeja casa de la familia Martín Rodríguez, ubicada en el Valle de la Fuente, la céntrica calle de los naranjos de Valverde, y presidida por un singular busto de Cervantes que desvela el gusto por las artes de sus moradores.
Un tocón de alcornoque ayuda con el peso.
En el patio interior es donde reluce la parra muy probablemente tricentenaria, pues una inscripción registral fechada en el año 1770 que forma parte del Archivo Histórico Provincial onubense refleja con relación a este inmueble «dos patios y en ellos varios frutales y una parra».
El ejemplar de parra en cuestión supera los dos metros de altura y los cinco de ramaje gracias al emparrado de barras de hierro que la corona y que data de al menos el siglo XIX.
Este emplazamiento doméstico en un pueblo sin apenas tierras ni tradición agrícola (a mitad del siglo XVI hubo vides en el paraje del Saltillo -hoy día más conocido como Los Pinos de Valverde- por el boom de la exportación de vino a América, pero pare usted de contar) resultó ideal a la postre para sobrevivir a la plaga de la filoxera, que es la que arrasó con los viñedos históricos nacionales entre finales del siglo XIX y principios del XX entrando mortalmente por la provincia de Málaga, en concreto por una finca llamada ‘La Indiana’ de Moclinejo mediado el año 1878. La única alternativa realista obligaba a replantar y es lo que (por desgracia) tuvo que acabar haciéndose, más temprano o más tarde, en todas las comarcas productoras de vino andaluz o español.
Racimo de uva beba de la parra valverdeña.
«Es una preciosidad porque primero se bifurca y, luego, en el entramado de alambres, termina en horizontal, lo que le permite recibir la máxima iluminación a una altura ideal tanto para poder trabajar desde abajo como para ocupar ese espacio de patio con mesas y sillas a la sombra del parral», detalla Miguel Lara, técnico del Rancho de La Merced de Jerez, un centro vinculado al Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA), dependiente de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible y que es punto de referencia para los enólogos y viticultores.
Miguel Lara destaca también la belleza de los racimos y hojas: «Da una uva elíptica, corta, pardina, muy sabrosa y dulce. Y lo mejor es que es, además, de triple uso: sirve para vino, para mesa y para pasa. Y la hoja es preciosa, circular y con forma pentalobulada», y añade que es “un elemento valioso e importante de nuestro patrimonio histórico-cultural que corresponde a una variedad de uva beba«.
También confirma su sorpresa permanente por los siglos de supervivencia que acumula esta parra. «Está claro que siempre depende del destino y que en este caso estamos hablando de una parra doméstica, como las de patio de bodega, que puede resistir muchísimo tiempo. Pero, por ejemplo, las parras de los viñedos tradicionales de cultivo del Condado de Huelva suelen durar entre 60 y 80 años. Y actualmente, ya con la poda y vendimia mecanizadas y sin los trabajos manuales, aguantan unos 30 o 40 años».
Miguel Lara en Valverde podando la parra.
El verdadero secreto de su longevidad puede ubicarse en el nivel freático: por las entrañas del Valle de la Fuente discurre un arroyo natural que argentiniza este mágico patio andaluz con pozo a escasos metros de sus raíces: «Todo lo que se siembra aquí crece exponencialmente», señala Enrique Martín, uno de los actuales dueños de la casa donde se localiza la parra, adquirida por sus ancestros en el año 1801.
Enrique Martín rememora a su pariente Reposo Arrayás, nacida en 1878 y fallecida en 1975, la cual recordaba la parra en su infancia con el mismo aspecto que lució a lo largo del siglo XX, aunque la escasez de podas durante las últimas décadas le ha ido restando contundencia.
Por eso han sido providenciales los cuidados del técnico del IFAPA Miguel Lara, las podas hospitalarias o de recuperación (usando bridas ecológicas biodegradables) aunque se han visto interrumpidas durante este último año por la pandemia del Covid-19.